sábado, 16 de abril de 2011

Tengo una manía inconfesable.

La palabra dios para mí no es más que la expresión y producto de las debilidades humanas, la Biblia, una colección de honorables pero aún primitivas leyendas que sin embargo son bastante infantiles. Ninguna interpretación, sin importar cuán sutil sea, puede cambiar esto...

Albert Einstein.

El pasado jueves se cumplió un día que debería ser fiesta nacional. Hace ochenta años, a las cinco de la tarde, el rey Alfonso XIII preside su último Consejo de Ministros y anuncia su decisión de abandonar el país. Automáticamente se proclamaba en España la Segunda República Española. Me gustaría dedicarles este post a esas miles de personas, a las que admiro profundamente, que ese 14 de abril de 1931 salieron a la calle para celebrar que se iba a formar un verdadero estado democrático y libre. Estos son, desgraciadamente, los grandes olvidados de una historia redactada tiempo atrás por los vencedores de una guerra cruel, injusta y sucia. Pero eso no es todo, como el gran Martin Luther King dijo más adelante “lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”, es decir, la República fue marginada y olvidada por los que se hacían llamar “demócratas”. Sinceramente, no sé que es más triste.

¿Eso es justo? ¿Hizo algo horrible para ser castigada de tal forma? Posiblemente fue la más valiente de las democracias occidentales. Entendió su misión y no se ando con rodeos: no se creyó superior al pueblo sino que sirvió para él y sus intereses con la intención de mejorar la vida de las personas, para lograr que sean más felices.

+ Esto me conduce a otra pregunta: ¿para qué estamos aquí?

Nadie ha conseguido una respuesta lógica a esa pregunta, pero lo que si tengo muy claro es que el poco tiempo que vamos a estar aquí tenemos que ser lo más felices posibles e intentar que llegue a todo el mundo. El mundo siempre se ve mejor con una sonrisa. Esa es una de las pocas cosas que tengo claras.

Por eso, no creo en la violencia porque no se consigue nada sino que el vencido es humillado y el vencedor se convierte en un animal. Y no hay nada más triste en este mundo; es patético. Que sería de este mundo si no existieran los ejércitos o las armas. Otro gallo cantaría sin duda.

Tampoco creo que las religiones, porque divide a los seres humanos e intenta reprimir sentimientos tan naturales como el amor. A veces me pregunto si debajo de las grandes faldas de los cardenales se esconden patas de cabrito. Lo tengo que probar algún día, seguro que más de uno se deja. La religión es codiciosa avariciosa e intenta parar los pies a la razón humana. Intenta supeditar a las personas, quieren convertirnos en sus vasallos. Por eso, pese a quien le pese, cualquier religión es un parásito y un cáncer en nuestra sociedad porque irrumpe contra la tolerancia y dicta, como si se creyera amo y señor de este mundo, lo que está bien y mal, sin matizaciones.

Sinceramente, dejémonos de tonterías y vivamos lo mejor posible. No nos compliquemos más la vida que ya lo es bastante por sí sola, sin añadidos. La vida no puede ser un castigo, sino un estupendo regalo. Vive la vida. Vive tu vida como tú quieras.